El Toca Balls
Painting: Acrylic, Gesso and Oil on Canvas.
Size: 97 H x 146 W x 1.7 cm
2016
Crónicas de una boda anunciada
Encuadrado en doble línea, en caracteres rojos y en negrilla, la página onceava del principal diario de Tokio, que incluía anuncios de todo tipo los domingos, rezaba en la cabecera derecha: “Famosísimo luchador de sumo busca mujer hermosa y recatada para que sea su esposa. Amplias dotes culinarias y altas habilidades de limpieza de telas blancas son requisito imperioso. Interesadas contactar con la madre del luchador por carta.”
Y fue la madre de la futura esposa quien encontró el anuncio, aliviada por haberle encontrado una opción nupcial perfecta a su quinta hija, la más guapa de las cinco pero la más arrogante y déspota por naturaleza. La oferta le encantó y no tardó en enviar su foto a la dirección indicada.
Pero la selección duró dos años porque la madre del luchador se entrevistó con más de seiscientas aspirantes, obligando a cada una a preparar una comida y a lavar un paño sucio usado por su hijo para asegurarse de que sabían quitar con pericia todo tipo de manchas.
La elegida fue la quinta hija, quien se casó con gusto con el famosísimo luchador de sumo. Y la felicidad de la unión le cayó como un baño de agua caliente en un día de invierno. El problema fue, precisamente, que la felicidad le duró un día porque desde el día siguiente a las esperadas nupcias el luchador de sumo decidió dejar de luchar para dedicarse a la exquisita y delicada labor de tocarse las pelotas.
Empezó a tocárselas con una pluma, tres veces al día y con cambio de posición a intervalos de cincuenta, hasta que pronto aumentó sus sesiones de tocamientos a ocho diarias utilizando instrumentos tan variados como trozos de árbol o dientes de perro.
Pero entre más se tocaba las pelotas el luchador, más deprisa se le desarrollaba la más inesperada y rara de las enfermedades pectorales a la sufrida esposa: los senos se le chuparon hacia adentro hasta que en vez de senos parecían conos con la punta hacia la espalda y de pronto un día, por tratar de entender lo que le sucedía, el médico del pueblo le trató de sacar los pezones hacia afuera pero sin querer acabó arrancándoselos, dejando a cambio un par de agujeros que permitían ver, cual par de binoculares, lo que fuera que tuviera ella por detrás. Al pasar de los años, los agujeros se expandieron sustituyendo definitivamente sus senos por ventanas al alma."
Sold to a private collector from Bogota, Colombia.